sábado, 23 de enero de 2010

Radivoj Korac: El jugador que dio nombre a la Copa, insertara el mate, el tiro-cuchara y anotara 99 ptos

Todos nos acordamos de su apellido sin saber que respondía al de un fantástico jugador balcánico de los 60 que perdió la vida en 1971 en un accidente de tráfico. Antes de aquel fatídico percance ‘Zucko’ dejó su imprenta en la historia anotando 99 puntos en un partido


Al igual que otros grandes del baloncesto como Fernando Martín o Drazen Petrovic, Radivoj Korac pereció en un fatídico accidente de coche, aunque su recuerdo no ha quedado tan vivo como el de otros en la retina de los aficionados al baloncesto. Su muerte supuso una gran pérdida para el mundo del baloncesto, y especialmente para su país natal, Yugoslavia, donde era considerado un auténtico héroe. La conmoción en el país balcánico llegó hasta el punto de mantener tres días de luto oficial, y posteriormente fue enterrado en el área de personalidades importantes en el cementerio de Belgrado.

En 1971, dos años después del trágico suceso, Europa dio a luz una competición paralela a la Copa de Europa, al igual que la Copa de la UEFA en fútbol, que fue denominado la Copa Korac, en honor a este genio del baloncesto europeo. Dicho torneo dejó de celebrarse en la temporada 2001-2002, lo que provocó que la Federación Yugoslava adoptara su nombre para su campeonato copero. Así se continuó rindiendo tributo a este jugador, que quizás, por no llegar a la NBA, su aureola quedó difuminada por jugadores inferiores a él, pero más reconocidos por el respetable.

Al igual que sucede en tantas historias personalidades que sobresalieron notablemente en una faceta, lo que les hizo grandes llegó de una manera casual. Esa suerte que habla de estar en el sitio adecuado en el momento justo hizo que toda su historia cambiara, otorgando un mayor romanticismo a la hora de recordar su legado. Este fue también el caso de Korac.
Desde la niñez, el joven ‘Zucko’ era un atleta impresionante, superior a la gente de su edad. Practicaba balonmano, fútbol, baloncesto y atletismo. A los 16 años la República Democrática Federal de Yugoslavia reclama a Radivoj para cumplir el servicio militar. Por azar del destino, lo que parecía una barrera a su progresión en lo deportivo, se convirtió casualmente en una vía rápida para alcanzar la gloria a este nivel. En el ejército, viendo su capacidad, se decidió que lo mejor era potenciar al chaval en atletismo, especialmente en salto de altura, donde llegó a saltar la marca de 1’99 metros. Uno de esos días de entrenamiento en la fría Yugoslavia, ante la intensa nevada, su entrenador decidió que se ejercitara bajo techo con el equipo de baloncesto de Belgrado. Aquel día se acabó su carrera como atleta.

El entrenador de aquel OKK de Belgrado Boris Stankovic, que posteriormente ejerció como secretario general de la FIBA desde 1976 hasta 2002, asistió perplejo a la demostración de superioridad de aquel joven de 16 años, que dejó en evidencia a jugadores profesionales, anotando incesantemente. Stankovic, aún incrédulo ante lo que había visto, no dudó en incorporarle al equipo, no sin antes remover mar y tierra para que el gobierno le privara de continuar con el obligado servicio militar. En su primer partido, a los 17, anotó 22 puntos. En su segunda temporada mostró de lo que era capaz siendo máximo anotador de la liga yugoslava, título que se adjudicó otros seis años más.

La supremacía del Estrella Roja ya no era tal tras su llegada al eterno rival. Con él y con Stankovic, el OKK consiguió cuatro ligas y dos copas, aunque el ‘rubio’, como así se le conocía, maravilló a Europa en una de esas noches que obligan a editar los libros de historia. En enero de 1965, Korac consiguió la proeza de anotar ¡99 puntos! frente al Alvik de Estocolmo, un récord que quedará ahí para siempre, fronterizo respecto a los 100 puntos de Chamberlain esa misma década, la actuación más destacada jamás vista. Sin embargo, la repercusión de una proeza y otra fue muy diferente, y este hito en el viejo continente parece que se esfumó en el olvido, a pesar de la mayor brevedad de los encuentros europeos. Por si había alguna duda de su capacidad anotadora, el Real Madrid sufrió en sus carnes los 58 puntos que les endosó ese mismo año en semifinales.

‘Zucko’, conocido así por ser zurdo, poseía todas las cualidades que cualquier jugador desea para triunfar. En una época en la que los jugadores carecían de las cualidades físicas actuales, sus dotes atléticas eran superiores a las del resto, lo que se tradujo en una inusual polivalencia. Jugar con él era como hacerlo con seis. Por un lado, actuaba como ala-pívot. Con 1’96, altura considerable para la época, se desenvolvía bien cerca del aro, era rocoso, fuerte y podía defender a pívots más altos que él. Por otro lado, gozaba de características propias de jugadores exteriores. Era veloz, ágil, tenía muy buen tiro y en carrera se deshacía con facilidad de sus rivales.

A su vez, fue de los pocos privilegiados que pudo jactarse de obligar a cambiar las normas, algo que según dicen, sólo los más grandes son capaces de hacerlo. Su aportación a la normativa actual fue el mate. En una época en la que esta acción estaba prohibida, para un atleta como él no suponía ninguna dificultad colgarse del aro. Sin embargo, tras varias penalizaciones, decidieron lógicamente aceptarla como válida, lo que agradeció él en particular y el espectáculo en general. Su tiro libre también era cosecha propia. Patentó el lanzamiento al estilo ‘cuchara’. Antes de que lo hiciera Rick Barry en la NBA, el ‘rubio’ ya lanzaba desde la altura del estómago con unos promedios cercanos al 90%.

Su repercusión en la selección yugoslava fue más allá. Korac consiguió cambiar la cara al combinado balcánico, trasformando a aquella mediocre selección en una potencia mundial. Encendió la mecha de una selección apagada, cuya hegemonía mundial perduró en el tiempo posteriormente con otras grandes figuras, que retomaron el testigo de aquel atleta sobre las canchas. Conocido por ello como ‘la primera leyenda’, llevó a su país, entrenado por Nikolic, a la consecución de seis medallas, un bronce y cinco platas tras 157 partidos. Su incuestionable grandeza sólo fue discutida por su poco protagonismo en las finales que jugó, razón de peso por la cual siempre se le resistió el metal más valioso, aunque siempre reconoció sentirse muy orgulloso de haberse colgado cinco platas.

Tras varios años en Bélgica y en Italia, donde siguió maravillando a Europa, sufrió aquel fatídico accidente, con sólo 31 años y con cuerda para rato. Tal fue su repercusión sobre el parqué, que incluso en Estados Unidos, muy dados a menospreciar el baloncesto fuera de sus fronteras, se escribió sobre él. El New York Post le dedicó unas líneas en las que se le conocía como ‘el Jerry West comunista’. Los reconocimientos en su honor nunca se han detenido. En 2007 fue incluido junto a otros ocho jugadores en el Salón de la Fama de la FIBA y un año más tarde se le nombró como uno de los mayores colaboradores de la historia de la Euroliga. Merecido reconocimiento a uno de los más grandes más olvidados, que ostenta el premio de ser el jugador más eficiente de la historia del baloncesto.